POESÍAS SATÍRICAS. JOCOSAS Y CRÍTICAS
Ruego al lector de esta entrada que me disculpe porque, en vez de hablar sólo de tabernas, empiece presentando un libro mío sobre "Poesías satíricas, jocosas y críticas de Madrid" editado por Ediciones La Librería y en el que, a través de los siglos, las gentes de Madrid han criticado, se han burlado y zaherido de convecinos , de su ciudad y hasta de ellos mismos.
"Quevedo contra
Góngora; éste contra Quevedo y Lope; Villamediana contra todos y todos contra
Alarcón. La chispa madrileña, siempre dispuesta a zaherir, criticar y burlarse
hasta de ellos mismos, encuentra entre estos genios del XVII su expresión más elevada. Lanzan sus envenenadas
sátiras contra escritores, políticos, clero,
lugares y monumentos madrileños burlándose asimismo de sus convecinos con especial atención para los cornudos.
En el XVIII tenemos también buenos escritores satíricos como Moratín, Meléndez y Gregorio de Salas .En el XIX, con las
convulsiones políticas y la aparición de muchos periódicos de humor, las
sátiras, tanto en prosa como en verso, aumentan
extraordinariamente. Nadie se salva de los puyazos de Manuel del
Palacio, Martínez Villergas, Modesto Lafuente, Larra, Bécquer y Mesonero
Romanos. Ya en el siglo XX encontramos también muchos autores satíricos: desde Muñoz-Seca, José
Bergamín y Pérez Creus a
Sabina pasando por Campmany, Mingote
y Ussía entre otros.
Como
observará el lector, muchas de estas poesías
están de rabiosa actualidad. Sus afiladas críticas a la corrupción y al robo por parte de los políticos; a la
relación con Cataluña; a la actuación del Congreso y el Senado y al
bipartidismo, parecen escritas ayer y
algunas son de hace casi 400 años."
Como no podía ser de otra manara, en el libro hay muchas referencias a las tabernas madrileñas. Algunas de ellas son las que vemos a continuación:
Habiendo notado el escritor Gregorio de Salas la gran concurrencia de
gentes que había en las iglesias y tabernas un día de las ánimas, dijo a un
amigo suyo:
En el día de difuntos,
mucho más que en todo el año,
veo llenas las iglesias
Sirve el vino pa alumbrar.
Y mejor que el gas y el sol
alumbrarían Madrid
“lamparillas “ de Chinchón.
El que bebe tres copas
y no da un tropezón,
al andar por las calles
pue servir de farol.[2]
A uno que entraba a beber en una taberna madrileña, porque
estaba enamorado de la tabernera., Gregorio de
Salas le dedica estos versos:
Con diferentes intentos,
que a beber viene imagino;
pues él en sus pensamientos
por el vaso bebe el vino,
pero por ella los vientos.[3]
El poeta y escritor satírico León de Arroyal exagera un poco, en cuanto al
número de tabernas de Madrid, cuando
dice:
Para todo Madrid sobran
una o dos bibliotecas,
y ni la mitad alcanzan
En el Censo del Estado General de la población de Madrid “de Godoy” de 1797 hay 480 taberneros, lejos pues de los 4000 de la
copla.
Mas exagerados aún son los siguientes versos de Navarro
Gonzalvo
Treinta mil tabernas
me han dicho que hay en Madrid,
y esto a mi me quita el sueñu
y no me deja dormir…
-¡Bah, Si las hay, que las haiga!
-¡Pues no puedo ser feliz!
-¿Por qué?
-¡Porque ya soy viejo,
y voy a morirme sin
poder visitarlas todas!
¿Soy u no soy infeliz?.[5]
La fama que, bien ganada, tenían los taberneros de aguar el
vino es motivo de muchas poesías críticas. Esta de Quevedo se refiere a un vendedor de vino.
Con nombre de
Valdemoro,
vende, por azumbres, charcos:
ranas, en vez de mosquitos,
Tirso de Molina, en “El caballero de Gracia” hace referencia al vino aguado que se
vendía en Madrid
Que aquesta Corte encantada
al vino imitar procura,
pues ni en ella hay verdad pura
ni amistad que no esté aguada.[7]
Lope de Vega también se mete con los taberneros madrileños
cuando le comenta a Madrid las nuevas
fuentes que se ponen .
Aunque para ser eternas
agua en conductos traéis,
por más fuentes que labréis,
más tenéis en las tabernas.
Porque sin ser muchos los daños
del medir los taberneros,
más agua tienen los cueros
que los bronces de los caños.[8]
Otro de los grandes poetas del Siglo de Oro, Góngora, nos habla también de los que
“cristianizan” el vino.
Ya el tabernero procura
impetrar un beneficio,
pues ejercita el oficio
de bautizar sin ser
cura,
porque dicen que es
locura
vender el vino
cristiano.[9]
Hablando de la fuente que abrió San Isidro para Vargas, su amo, que al beberla “llamóla
licor divino”, dice Burguillos:
Y aunque dijera de vino
que no pecara, advertid
porque en vinos de Madrid
lo mismo es agua que vino.[10]
En 1623 se hace una corrida de toros en honor del Príncipe de
Gales. Llovió tanto en el festejo,
que en un romance que escribió Quevedo decía.
Floris, la fiesta
pasada,
tan rica de caballeros,
si la hicieran taberneros,
no saliera más aguada.
Yo vi nacer ensalada
en un manto en un terrado,
y berros en un tablado.[11]
En el recibimiento a la esposa de Felipe II doña Ana de Austria en 1572 se plantó un
arco dedicado a Neptuno por el que salía
vino. Juan Gracián nos narra en estos versos la
petición que se le hizo a Neptuno.
El agua amarga y salada
en vino volved, Neptuno
porque no haya triste alguno.
Respuesta de Neptuno.
Mi alegría ha sido tanta,
con esta reina que vino,
que mis aguas ya son vino.[12]
Baltasar de Alcázar cuando viene a Madrid divulga los versos de “En Jaén donde resido” a los
que pertenece esta redondilla.
Por Nuestro
Señor, que es mina
la taberna de Alcocer:
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.[13]
Tanta era el agua que añadían al vino que, como las fregonas
cuando echaban el agua sucia a la calle, Quevedo, en esta letrilla
jocosa, dice que:
Mandádose a
pregonar
que digan, midiendo cueros,
"Agua va" los taberneros,
como mozas de fregar;
que dejen el bautizar
Francisco de Rojas nos cuenta, en esta poesía picaresca, cómo convertir el agua en vino sin necesidad de
milagros.
Fue desta suerte:
como el cristiano está ardiente,
esta bota procuré,
y azumbre y media
le eché
de agua en aquella fuente.
Y a esa taberna
primera
que está en el mercado fui:
cuatro azumbres me eche aquí,
la dije a la tabernera;
y cuando llena
tenia
la bota, dije afligido:
por Dios , que se me ha caído
un real de a ocho que traía.
Rota está la faldriquera ,
cayóseme en el camino;
— Pues vuélvame usted mi vino,
repitió la tabernera,
que con eso se remedia.
—Daré lo que usted me ha dado,
dije, que yo había tomado
de otra parte azumbre y media.
Ella su vino midió;
bien que al medirlo gruñía,
y el agua que yo
traía
hecha vino se quedó. (…)
Si ello es vino de Madrid,
Tan agua será como antes.[15]
Azumbre: Medida de capacidad para
líquidos, que equivale a dos litros y 16 cl.
La bodega de Tomé era una taberna de Lavapiés que cita Lope de Vega.
El vino de esta taberna
se trasiega en La Membrilla.
Advertid que es maravilla
la bodega de Tomé,
pues quien entra en ella a pie
sale hincando la rodilla
y dando un beso al tonel.[16]
A principios del siglo XX se adelanta el horario de cierre de las tabernas. Los noctámbulos clientes de las tascas protestan:
Se cierran las tabernas
a las doce de la noche
no sabe uno que hacer.
y se cierran los cafés
Si quiere un ciudadano
cenar de madrugá.
que se meta en el Casino
que con esos no va ná [17]
“La Cruzada” fue una famosa taberna fundada al
parecer en 1827 y de la que ya hemos hablado en otra entrada de este blog.
Porque en toda la barriada,
ni en ningún barrio vecino,
hay tasca tan delicada,
ni que tenga tan buen vino
como tiene La Cruzada.[18]
El periodista F.
Cabiedes ve en la puerta de la taberna un rótulo que
dice: “Aquí se guisa de comer” y se le ocurren estos versitos.
Aquí se guisa de comer
veo en el letrero decir;
como si pudiera ser
que guisaran de beber
de calzar o de vestir.[19]
El también periodista Pedro Lozano nos deja estos graciosos versos:
Llegó a Madrid un gallego
procedente de la
Habana ,
en donde a fuerza de penas,
quince onzas ahorrara.
Un buen amigo le dijo:
-Si quieres, Pedro Carranza,
a medias los dos pondremos
una taberna: ¿te agrada?
-Si tal
-Pues tu pondrás el vino
-Y tú ¿Qué pondrías?...
Agustín Moreto nos narra las peripecias de un borrachín.
Un hombre se iba azotando
por la calle iba corriendo
y en cuanta taberna hallaba
hacía estación y estaba
un cuarto de hora bebiendo.
Díjole uno, mirad que
hoy
beber tanto es desvarío,
y el respondió: Señor mío
Juan Francisco de Tejera en su “Mojiganga
de las Casas de Madrid” de 1660 nos
hace un repaso de los vinos que se bebían en la Corte, o al menos en la famosa
taberna de los “Cien Vinos”, que ya existía en 1660 en
la calle del Olivo (actual calle de Mesonero Romanos). El chispita sale de la
casa…
De los Cien Vinos, que dando
traspiés de puro Cazalla,
columpios de San Martín,
vaivenes de Rivadavia,
estornudos de Lucena
y bostezos de Peralta
En el siglo XVIII José Julián de Castro (1723-1762) escribe una divertida jácara como despedida de Madrid de un majo del Barquillo que, por su mala cabeza, va a “servir” al rey en los presidios de África. Añorante dice adiós a las tabernas.
Adiós, ilustres tabernas
adiós, ricos bodegones,
donde todo cuesta un ojo,
y el que no suda no come.[23]
BIBLIOGRAFÍA.-
[1] Salas, Francisco Gregorio de: “Colección de los Epigramas y otras poesías Críticas, Satíricas …”
[2] Espina, Antonio: “Las tertulias de Madrid”
[3] Salas, Francisco Gregorio
de: “Poesías”
[4] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
[5] Revista “Madrid Cómico” (7/4/1894)
[6] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
[7] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
[8] Herrero García, Miguel:“Oficios populares en la sociedad de Lope de
Vega”
[9] Herrero García, Miguel:“Oficios populares en la sociedad de Lope de
Vega”
[10] Revista “Historia y Vida” nº 247
[11] López Izquierdo,
Francisco: “Plazas de toros de Madrid”
[12] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
[13] Mena, José María de:“Historias
notables de Madrid”
[14] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
[15] Rojas, Francisco de:“Lo que quería el marques de Villena”
[16] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
[17] Blas Vega, José. “Los
cafés cantantes de Madrid”
[18] Montero Vallejo, Manuel :“Madrid musulmán, cristiano y bajo medieval”
[19] Revista “Madrid
Cómico”
[20] Almanaque Festivo de 1878
[21] “Floresta Cómica”
[22] Rey Hazas, Antonio:“El vino y su mundo”
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