LAS TABERNAS DE LA CALLE TABERNILLAS
La calle Tabernillas va desde la plaza de Puerta
de Moros hasta la calle Mediodía Grande.
Ya aparece en el Mss 5918 de la BNE (h-1626) con el nombre de Tabernillas de San Francisco por la
proximidad con el monasterio del mismo nombre. En el
plano de Texeira (1656) está rotulada como Tavernillas (sic); en el
plano de Chalmandier (1761) se la nombra
como Tabernillas y en los de Espinosa
(1769) y Tomás López (1785) como Tabernillas de Parla porque, según Répide, las
tabernillas que aquí había “pertenecían
al pueblo de Parla, que tenía el privilegio de surtirlas”. Desde 1835 la calle
se denomina simplemente Tabernillas.
Antes de
continuar debemos hacer una aclaración y es que no debemos confundir esta
calle con la zona conocida como
“tabernillas de Parla” que estaba por donde ahora se juntan la Gran vía con la
calle de Alcalá. En el AHP leemos que:
El 15 de febrero de 1629 Diego Duarte vende
a Gaspar Hernández “vezino de la villa de Madrid
que tiene su taberna en la calle de Alcalá a do diçen las Tabernillas de Parla, en casas del guantero de la
rreyna nuestra señora, ...tres cubas de vino blanco”
Según Herrero García sus dueños
pidieron licencia para abrirlas en 1627 y se les dio un permiso temporal que se
les retiró en 1673.
Aunque el
mismo Répide nos dice que ya había tabernas en esta zona en la época árabe, cosa un
tanto dudosa y difícil de demostrar, lo cierto es que nosotros no tenemos referencia de tabernas en esta calle hasta el
siglo XVI aunque no se puede asegurar que no las hubiese.
La primera taberna que tengo documentada es la de Andrés Rodríguez. en 1583; curiosamente este tabernero era hermano de Alonso que fue primero tratante y después puso taberna en la calle Tudescos y que estaba casado con Ana de Villafranca enamorada de Cervantes y con la cual tuvo una hija, la única que se sepa del gran escritor.
En el S-XVII Gabriel Mellado tiene taberna en esta calle al menos entre 1637 y 1647 y en 1678 conocemos otro tabernero, Pedro Ortiz.
Ya en el S-XVIII , en 1701, encontramos la taberna de Domingo Terrón junto a la cual Manuela Rodríguez tenía un bodegoncillo de puntapié, que eran unos cajones o puestos al aire libre donde se vendían cosas de comer. Solían estar a las puertas de las tabernas o puestos de vino y junto a los mercados. Su nombre se debe a que se podían echar abajo de un puntapié.
Otra tabernas documentadas en el S-XVIII son las de Juan de Omás (1720), Juan de Velasco (1730), Antonio Martínez (1740), la de Manuel Faeño (1769-1779) en la esquina N con la calle Oriente, la de Juan Parrondo (1770) esquina con la calle del Reloj (Lucientes) y las de Antonio Pérez y Cayetano García ambas en 1779.
En los siglos XIX y XX, aparte de las tabernas de los números 13 y 23 a las que nos vamos a referir después, había templos de Baco en las siguientes localizaciones.
En 1805, en el nº 8 de la manzana 104 (esquina N con la C/. Oriente).
En el actual nº 1 nos encontramos las de Felipe García y Joaquín Fernández en 1911, Agapito Quiroga en 1920 y Tomás Castillo en 1930.
En el nº 3 había ya taberna en 1848. Entre 1861-63 estaba a nombre de Andrés Fernández, en 1871 era conocida como la "Taberna de Álvarez" y 1880 su propietario era Leonardo Méndez siendo en 1887 Andrés Martínez el tabernero y en 1894 Benigno Fernández.
En el nº 4 ya en 1894 había una taberna propiedad de Ramón López; entre 1897-1900 pertenecía a Juan Argüello, en 1905 la tabernera era Manuela Fernández, en 1911 era de Enrique Sánchez y en 1920 de Juan de la Vega.
En el nº 8 la primera taberna documentada es la de Justo Ramibas en 1851, después tenemos la de Alejandro de la Cruz (1861), la de Joaquín Álvarez (1861-68) y, finalmente, la de Pedro Lodeiro (1868)
En el nº 9 había ya una taberna en 1851 que ocupaba los números 9 y 11; entre 1887-1894 estaba a nombre de Antonio Fernández; en 1900 la propietaria era Polonia Fernández y en 1911 Francisco López.
Si pasamos al nº 10 antiguo (actual nº 6, esquina a la calle de las Aguas) en 1879 nos encontramos una posada-parador cuya existencia tenemos documentada al menos hasta 1930. Sus sucesivos propietarios fueron: Bernabé Benito (1879), Tomás Luengo (1887), Celestino Pellico (1897) y Dionisia García (1911-1930). Seguro que en este establecimiento se podía uno tomar buenos caldos manchegos o madrileños..
En el nº 11 tenemos constancia de una taberna en 1950 siendo el tabernero Dionisio García. Quizás sea el hijo Dionisia, la dueña del parador del nº 10.
En1880 había una taberna en nº 15 cuyo propietario era Juan Iglesias; en 1887 era de Domingo González, en 1894 pertenecía a Ramona López y en 1905 a Joaquín Fernández.
Entre 1865 y 1870 hay una taberna en el nº 17 aunque desconocemos el nombre del propietario.
También en el nº 19 (esquina a Lucientes) podía uno saborear un chato en casa de Nicolás García (1861-1868) que en 1880 pasó a Romualdo García y en 1887 el tabernero era Bernabé Benito, propietario también por esa época del parador. La taberna pasa a nombre de Eduardo Sánchez en 1894, en 1900 a Miguel García, en 1911 a Saturnino García y en 1920 a Isidro Barrios.
Vamos a continuación a hablar de las dos últimas tabernas antiguas de esta calle, desgraciadamente una de ellas ya desaparecida.
José Bueno y María Mayo llegaron a Madrid, procedentes de sus Asturias natal, y en 1959 se hicieron cargo de la taberna del nº 13 a la que dieron el nombre de La Copita Asturiana. Este local debió ser bodega desde 1904 año de la construcción de la casa. Hay un dato que nos ayuda en esta hipótesis y es que el diámetro de las cubas que tienen en la cueva es mayor que la distancia entre las vigas que la cubren, lo que nos hace sospechar que primero pusieron las cubas y después fueron construyendo la casa. Lo cierto es que ya en 1911 era una bodega a nombre de Isidro Carbajo. Parece ser que durante un corto periodo de tiempo era conocida como Bodegas Escudero para posteriormente alcanzar la categoría de taberna. En 1950 estaba rotulada como Casa Eduardo.
Este local es la única taberna clásica que queda en esta calle. Tiene una preciosa portada pintada de rojo -el color típico de las tabernas madrileñas- y un interior sencillo en el que conserva, sobreviviendo a unas obras recientes de consolidación de la casa, un típico mostrador de estaño con la clásica grifería.
Al fondo de la taberna, donde antes era la vivienda de los propietarios, se amplió el restaurante en 1993 para poder satisfacer la gran demanda de clientes.
Cualquier plato que se pida es una fiesta, destacando los típicos asturianos: fabes con almejas, pote asturiano, fabada, callos con garbanzos o buenas carnes y pescados frescos, todo ello acompañado del buen hacer, la simpatía y el encanto de los dueños apoyados por su hija Olga y su marido José María.
Como curiosidad diremos que durante la Guerra Civil se comunicaron las cuevas de varios edificios vecinos para más seguridad ya que sirvieron como refugio y en caso de derrumbe de una finca podían salir por otra a través de las referidas cuevas.
En cuanto a los clientes de esta casa, sería mas corto hacer una relación de los que nunca han estado que de los que han pasado por ella. Políticos de todos los signos (alguna ministra se tuvo que ir sin comer por estar las mesas ocupadas), artistas de todo tipo, escritores, periodistas... En fin, una lista interminable de madrileños, famosos o no, que han degustado -y degustan- los guisos de doña María.
La primera taberna que tengo documentada es la de Andrés Rodríguez. en 1583; curiosamente este tabernero era hermano de Alonso que fue primero tratante y después puso taberna en la calle Tudescos y que estaba casado con Ana de Villafranca enamorada de Cervantes y con la cual tuvo una hija, la única que se sepa del gran escritor.
En el S-XVII Gabriel Mellado tiene taberna en esta calle al menos entre 1637 y 1647 y en 1678 conocemos otro tabernero, Pedro Ortiz.
Ya en el S-XVIII , en 1701, encontramos la taberna de Domingo Terrón junto a la cual Manuela Rodríguez tenía un bodegoncillo de puntapié, que eran unos cajones o puestos al aire libre donde se vendían cosas de comer. Solían estar a las puertas de las tabernas o puestos de vino y junto a los mercados. Su nombre se debe a que se podían echar abajo de un puntapié.
Tabernilla madrileña |
En los siglos XIX y XX, aparte de las tabernas de los números 13 y 23 a las que nos vamos a referir después, había templos de Baco en las siguientes localizaciones.
En 1805, en el nº 8 de la manzana 104 (esquina N con la C/. Oriente).
En el actual nº 1 nos encontramos las de Felipe García y Joaquín Fernández en 1911, Agapito Quiroga en 1920 y Tomás Castillo en 1930.
En el nº 3 había ya taberna en 1848. Entre 1861-63 estaba a nombre de Andrés Fernández, en 1871 era conocida como la "Taberna de Álvarez" y 1880 su propietario era Leonardo Méndez siendo en 1887 Andrés Martínez el tabernero y en 1894 Benigno Fernández.
En el nº 4 ya en 1894 había una taberna propiedad de Ramón López; entre 1897-1900 pertenecía a Juan Argüello, en 1905 la tabernera era Manuela Fernández, en 1911 era de Enrique Sánchez y en 1920 de Juan de la Vega.
En el nº 8 la primera taberna documentada es la de Justo Ramibas en 1851, después tenemos la de Alejandro de la Cruz (1861), la de Joaquín Álvarez (1861-68) y, finalmente, la de Pedro Lodeiro (1868)
En el nº 9 había ya una taberna en 1851 que ocupaba los números 9 y 11; entre 1887-1894 estaba a nombre de Antonio Fernández; en 1900 la propietaria era Polonia Fernández y en 1911 Francisco López.
Si pasamos al nº 10 antiguo (actual nº 6, esquina a la calle de las Aguas) en 1879 nos encontramos una posada-parador cuya existencia tenemos documentada al menos hasta 1930. Sus sucesivos propietarios fueron: Bernabé Benito (1879), Tomás Luengo (1887), Celestino Pellico (1897) y Dionisia García (1911-1930). Seguro que en este establecimiento se podía uno tomar buenos caldos manchegos o madrileños..
En el nº 11 tenemos constancia de una taberna en 1950 siendo el tabernero Dionisio García. Quizás sea el hijo Dionisia, la dueña del parador del nº 10.
En1880 había una taberna en nº 15 cuyo propietario era Juan Iglesias; en 1887 era de Domingo González, en 1894 pertenecía a Ramona López y en 1905 a Joaquín Fernández.
Entre 1865 y 1870 hay una taberna en el nº 17 aunque desconocemos el nombre del propietario.
También en el nº 19 (esquina a Lucientes) podía uno saborear un chato en casa de Nicolás García (1861-1868) que en 1880 pasó a Romualdo García y en 1887 el tabernero era Bernabé Benito, propietario también por esa época del parador. La taberna pasa a nombre de Eduardo Sánchez en 1894, en 1900 a Miguel García, en 1911 a Saturnino García y en 1920 a Isidro Barrios.
Vamos a continuación a hablar de las dos últimas tabernas antiguas de esta calle, desgraciadamente una de ellas ya desaparecida.
LA COPITA ASTURIANA
La Copita Asturiana |
Cubas en la cueva. Observen el diámetro de ellas y la distancia entre las vigas del techo |
Al fondo de la taberna, donde antes era la vivienda de los propietarios, se amplió el restaurante en 1993 para poder satisfacer la gran demanda de clientes.
Cualquier plato que se pida es una fiesta, destacando los típicos asturianos: fabes con almejas, pote asturiano, fabada, callos con garbanzos o buenas carnes y pescados frescos, todo ello acompañado del buen hacer, la simpatía y el encanto de los dueños apoyados por su hija Olga y su marido José María.
Pepe y María con unos amigos a principios de los años 60 |
Pepe escanciando a la puerta de la taberna (hacia 1965) |
TOMÁS
En el nº 23 de la calle existió hasta el 2007 otra antiquísima taberna, la de Tomás. al frente de la cual estuvo desde 1932 la familia de Tomás González, primero el padre y después los hijos Tomás y Luis. Aunque este último Tomás sitúa el origen de la taberna allá por el siglo XVII, sabe bien como investigador que es, que no tiene ningún dato que lo confirme. La primera noticia que tenemos de esta taberna es de 1867 y que en 1868 su propietario era Antonio Gutierrez pasando por distintos dueños: Josefa Franco (1887), Juan Madrid (1894), Lorenzo Lambarde (1897), Marcial Río (1900-11)
Tomás es un personaje singular: lo mismo hoy te servía un vino en su taberna que mañana te lo encontrabas en el Archivo Histórico Nacional o en el de Simancas. Es pues un tabernero ilustrado autor de varios libros, uno sobre su barrio, "Mi pequeño Madrid"
Esta taberna nunca tuvo un horario muy riguroso (tenían otra pequeña con el mismo nombre al final de la Cava Baja que sólo abría un ratito los domingos por la mañana); en la de la calle Tabernillas un letrero advertía que únicamente se abría cuando el fútbol, el baloncesto o la depre de dueño lo permitían. Así pues, el horario era “abro cuando llego y cierro cuando me voy.”
Como curiosidad diremos que Joaquín Sabina, en sus primeros años en Madrid, fue vecino de esta finca. Vivió unos años en una buhardilla del nº 23. Tanto la calle Tabernillas como la taberna de Tomas aparecen en alguna de sus canciones. En "Incompatibilidad de caracteres" cita su piso en esta casa.
Si me excita el sesenta y nueve
Tomás es un personaje singular: lo mismo hoy te servía un vino en su taberna que mañana te lo encontrabas en el Archivo Histórico Nacional o en el de Simancas. Es pues un tabernero ilustrado autor de varios libros, uno sobre su barrio, "Mi pequeño Madrid"
Esta taberna nunca tuvo un horario muy riguroso (tenían otra pequeña con el mismo nombre al final de la Cava Baja que sólo abría un ratito los domingos por la mañana); en la de la calle Tabernillas un letrero advertía que únicamente se abría cuando el fútbol, el baloncesto o la depre de dueño lo permitían. Así pues, el horario era “abro cuando llego y cierro cuando me voy.”
La desaparecida taberna Tomás en la calle Tabernillas |
Si me excita el sesenta y nueve
me grita: "quiero un cuarenta y dos".
Siempre que en mi piso de Tabernillas llueve
en su buhardilla brilla el sol.
...Adiós amor, adiós mujeres.
Debe ser un caso de in-
compatibilidad de caracteres.
Siempre que en mi piso de Tabernillas llueve
en su buhardilla brilla el sol.
...Adiós amor, adiós mujeres.
Debe ser un caso de in-
compatibilidad de caracteres.
Tomás González sirviendo cañas (Foto de Álvaro Benitez sacada del blog Caminandopormadrid de Carlos Osorio) |
En "Como te digo una.." habla de Tomás, creo que de una forma un tanto exagerada, pues no recuerdo yo que allí se consumiesen las gambas por kilos con sobremesas de copa y puro. Más bien era un local donde se podía tomar pinchitos y canapés acompañados de buen vermut, cerveza o vinito.
Pero a lo que vamos¿que dónde cenamos?
En casa Tomás,
Eh, de bote en bote,
Pagamos a escote,
Un kilo de gambas
Con su paternina,
Su buena propina,
Pacharán y puro
¿cuánto nos cobraron?
No llegó a dos mil duros,
Tú dirás si es caro
Y ¿frescas? de puerto de mar.
Y ¿limpio? con decir Tomás,
Oye, que era lunes y había que esperar.
¡joder con la crisis!
¿dónde está la crisis?
Hoy la taberna de Tomás se ha convertido en una franquicia, desapareciendo así otra mas de las entrañables tabernas del barrio. En cambio, en los años ochenta del pasado siglo, se abrió una taberna junto a la de Tomás donde antes estaba la carnicería de Fermín. Este establecimiento, después de pasar por distintos dueños, en 1988 pasa a llamarse "Taberna J. Blanco". Es un local pequeño pero agradable que recuerda a las antiguas tascas y en donde, si tienes sitio, se come bien.
Taberna J. Blanco en Tabernillas, 23 |
- Biblioteca Nacional de España. Manuscritos
- Archivo Histórico Nacional
- Archivo Nacional de Protocolos
- Maganto, Emilio: Ana de Villafranca. Amante de Miguel de Cervantes
- Herrero-García, Miguel: La vida española del siglo XVII
- Anuarios del Comercio, la Industria.
- Répide, Pedro: Las calles de Madrid
- Répide, Pedro: Las calles de Madrid
AGRADECIMIENTOS.-
- A María y a José María Santiago por su amabilidad y el tiempo que les he robado
- A Tomás González
Estupendo, como siempre, Antonio.
ResponderEliminarRecuerdo La Copita Asturiana, en los años ochenta, muchas veces solíamos cenar, los viernes, un grupo de amigos. como éramos mozalvetes, nos entraba de todo, de primero las famosas fabes con almejas, que la tabernera nos la servía al centro con una gran sopera, de la que al retirarla sobraba poco, y de segundo una gran fuente de chuletas de cordero con patatas fritas. Los postres y licores y la buena conversación hasta que nos echaban. El precio era un poco más caro que otros establecimientos similares, pero nos merecía la pena. He intentando volver recientemente pero ha sido imposible, debido a la fama merecedora de tantos años.
Lo de la sopera sigue igual y la amabilidad de la tabernera no ha ido a menos. Respecto a la época que tu hablas seguramente los precios no han bajado pero vale la pena buscar hueco. Gracias por el comentario.
EliminarEstupendo homenaje a esta calle tabernaria, Antonio. La magnífica foto de Tomás González la hizo mi amigo Álvaro Benítez. Un abrazo!
ResponderEliminarHola Carlos, me alegro que te haya gustado la entrada. Ahora mismo cambio el pie de foto y le doy a Álvaro lo que es de Álvaro. Un abrazo
Eliminarcuando el menda era niño solíamos tomar el vermut en casa tomas y es verdad que se vendían las gambas a punta pala como se decía en aquella época tenia de años unos catorce el encargado se llamaba Juanito y después estuvo su hermano que se llamaba mariano me daban muchas veces las invitaciones para oel cine castilla soy el hijo del gallego que se llamaba calvo
ResponderEliminarGracias por tu comentario pero de la gente que nombras no creo haber conocido a nadie. Yo sólo recuerdo a Tomás y a su hermano Luis creo que se llamaba.¿de que años me hablas?. Un saludo
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